Tomado del Libro Tu Cerebro más joven
“El verdadero arte de la memoria es el arte de la atención” Samuel Johnson
Para la mayoría de nosotros, uno de los grandes temores es perder la memoria al envejecer. De hecho, la pérdida de memoria se ha asociado tanto a la <vejez> que la imagen de la abuela en uno de sus <momentos brillantes> es uno de los lugares comunes más típicos de las comedias televisivas. Sin embargo, la memoria no tiene límites, sea cual sea tu edad. A muchas personas mayores les puede costar algo más recordar las cosas; no obstante, cuando vuelve al recuerdo, es tan lúcido como lo sería a cualquier edad.
¿Qué es la memoria?
La memoria es muchas cosas diferentes. Es una recopilación del día que pasaste en la playa bajo la lluvia cuando eras niño. Es tu capacidad para escribir un carta sin pensar cómo has de sostener el lápiz y hacer las letras. Es lo que te permite retener en la mente el comienzo de esta frase incluso cuando ya has llegado al final… De hecho, la memoria está presente en todo lo que aprendes o experimentas. Los recuerdos se hacen, almacenan y recuerdan en cada momento de tu vida.
Cuando recuerdas algo, el cerebro lo hace creando una nueva serie de senderos de conexiones nerviosas, denominadas <rastro de la memoria>. Cuando olvidas, es porque se rompen las conexiones por falta de uso. La memoria es una compleja tarea con múltiples capas que alcanza a todas las zonas del cerebro. Algunos recuerdos están restringidos a algunas partes concretas; pero la mayoría están en redes que interactúan, o incluso repartidas por todo el cerebro. Hasta los que terminan en un lugar concreto, suelen vincularse con muchas áreas distintas.
En un principio, los psicólogos pensaban que descubrirían que cada recuerdo tiene una localización en el cerebro. Pensaban que con las herramientas adecuadas, algún día podrían identificar el grupo de neuronas, o incluso la neurona aislada donde se almacenaba un recuerdo. Aunque hay partes del cerebro asociadas a habilidades concretas, ahora sabemos que la asociación de la zona con dichas habilidades no es rígida en modo alguno. De hecho, es bastante probable que en su mayoría los recuerdos estimulen todo el cerebro.
Es más, gran parte de los recuerdos no son rígidos. Cada vez que usas un recuerdo, cambia ligeramente. Cuando sales a cenar, por ejemplo, tu corteza frontal, la parte lógica de tu cerebro, organiza los detalles físicos del acontecimiento en un tipo de recuerdo. La amígdala, el centro de las emociones, aportará sentido emocional a estos recuerdos. Si recuerdas haberte sentido muy bien esa noche, los recuerdos quedan adscritos a esos buenos sentimientos. A la semana siguiente, descubres que tu acompañante ha salido a cenar con otra persona. Ahora, cuando intentas recordar esa cena, tiene un contexto emocional muy distinto. El recuerdo está catalogado de otro modo y lo recuerdas de modo muy distinto. Las interconexiones implicadas en el rastro de la memoria han cambiado.
¿Cómo almacena los recuerdos nuestro cerebro?
Aunque las investigaciones todavía están en una fase temprana, algunos psicólogos piensan que hasta los recuerdos más simples son almacenados en grupos o redes neuronales en muchas partes diferentes del cerebro, en vez de estar en un solo lugar. Incluso se pueden almacenar en el sistema nervioso. Cuando recuerdas algo, los elementos vuelven a reunirse en lo que el neurólogo Antonio Damasio denomina <zona de convergencia>, localizadas cerca de la red de neuronas sensoriales que registraron el evento en primer lugar.
Cada vez hay más pruebas de que el hipocampo –en el centro del cerebro y en contacto con los dos hemisferios- envía recuerdos nuevos al cerebro y los reagrupa cuando los necesita. Curiosamente, cuando dormimos es cuando parece sacar el máximo provecho de su almacén de recuerdos. Del mismo modo que un ordenador hace automáticamente copias de seguridad durante la noche, el hipocampo parece ordenar los recuerdos del día para almacenarlos cuando duermes y sueñas, lo cual puede ser la razón por la que una buena noche de sueño es esencial para aprender.
En última instancia, son las neuronas las que almacenan los recuerdos, y lo hacen activándose y conectándose con otras neuronas. Cada recuerdo es un patrón de activación concreto de neuronas, no una sola neurona. Es una red. Tal como hemos visto, cada experiencia nueva refuerza unas conexiones y debilita otras. Cuando la experiencia ha concluido, estos cambios se desvanecerían rápidamente si no fuera por un fenómeno denominado potenciación a largo plazo, o PLP, donde se refuerzan los vínculos entre grupos concretos de redes. PLP significa que cuanto más se repite una experiencia, más fuertes se vuelven estas redes, fortaleciéndose así la memoria.
La lección está clara: si esperas que tu memoria se desvanezca y que tu poder mental entre en declive a medida que te vas haciendo mayor, tus expectativas se harán realidad. Si esperas entrar en una última fase de tu vida cargado de sabiduría con un poder mental más fuerte que nunca, es más que probable que así sea.
Tipos de Memoria
1. Memoria Sensorial. La forma más breve de memoria es la sensorial. Es la que recuerda brevemente el estímulo de todos tus sentidos. En un momento dado está entrando tanta información que la memoria sensorial la retiene el tiempo justo para que el cerebro la ordene, guarde lo que es útil y deseche lo que no necesita. Esto es lo que te permite seguir viendo, oyendo y sintiendo algo momentáneamente cuando ya ha cesado. Puedes escribir tu nombre en el aire con una bengala por la noche, por ejemplo, porque si eres lo bastante rápido, podrás ver la última letra mientras tus ojos todavía tienen el recuerdo de la primera. La memoria sensorial visual se denomina <memoria icónica>.
Si alguna vez has tenido la experiencia de pensar que no has oído algo, y luego recuerdas que sí, justo cuando estás a punto de pedir que te lo repitan, es la memoria sensorial sónica o <ecoica> la que está ofreciendo el recuerdo.
2. Memoria a Corto y Largo plazo. Tu memoria puede trabajar a corto o largo plazo. La memoria a corto plazo es la que almacena cosas durante unos segundos, minutos, o como mucho horas. La que utilizas cuando miras un número de teléfono en tu agenda y lo recuerdas el tiempo suficiente para marcarlo en el teléfono. Es esencial para funcionar cada día y muchos psicólogos ahora prefieren llamarla <memoria operativa>.
La memoria a corto plazo te permite recordar el principio de una frase mientras escuchas el resto. También actúa como filtro, guardando sólo información que parece importante y cerrándose a todos los demás datos que llegan continuamente a nuestros sentidos y que de no ser así nos desbordarían.
De algún modo, la memoria operativa se parece un poco a la memoria RAM de un ordenador. Aunque sólo contiene los datos necesarios para realizar las tareas, éstos se desvanecen en cuanto arreglan bastante bien con las proteínas que ya tienen en las sinapsis. Sin embargo, para guardar recuerdos a largo plazo, las neuronas han de crear proteínas nuevas. Las investigaciones más recientes indican que la creación de estas proteínas se desencadena por una proteína llamada CREB. Esta proteína tan especial también parece estar implicada en una serie de cambios a largo plazo en el funcionamiento del cerebro, como los ajustes del reloj corporal después de un viaje intercontinental.
3. Memoria Explícita e Implícita. Cuando se ha guardado un recuerdo en la memoria a largo plazo, no es necesario que lo recuerdes conscientemente. Algunos recuerdos son <explícitos>, lo que significa que puedes acceder a ellos, ¡o al menos intentarlo! Estos incluyen conocimiento factual de nombres, lugares y fechas. Estos recuerdos dependen de un intercambio entre el hipocampo y la parte frontal del cerebro: el lóbulo temporal. Este tipo de recuerdos se forman muy rápidamente, se recuerdan enseguida o se olvidan; como si se tratase del gigantesco archivo online de una biblioteca, que puede sufrir muchas variaciones.
Sin embargo, algunos recuerdos se aposentan lentamente para convertirse en parte de la programación del cerebro. Son los recuerdos <implícitos> que ejercen su influencia sin que seas consciente de ello. Todas las habilidades y talentos que puedes aprender a lo largo de tu vida son de este tipo: caminar, hablar, comer, coger una taza, dar una patada a una pelota y muchas cosas más. Estos recuerdos de procedimientos, o <memoria de procedimiento>, como los llaman los psicólogos, requieren tiempo. Has de practicarlos una y otra vez hasta que se establecen. Cuando ya los tienes, rara vez vuelves a pensar en ellos.
4. Memoria Episódica. Los psicólogos a veces dividen las memorias conscientes y explícitas en episódicas y semánticas. Las memorias episódicas son los recuerdos multimedia. Son los recuerdos de episodios enteros de tu vida con todos sus aspectos: el día en que aprendiste a patinar, tu primer día de colegio, la salida del domingo por la noche, con imágenes, sonidos, olores, conversaciones, todo completo. Con frecuencia puedes recordar todos los aspectos del episodio como si los estuvieras viviendo. Ese tipo de recuerdos parecen tener conexiones con todo el cerebro.
La mayor parte de los recuerdos episódicos se desvanecen con el tiempo y se necesita más esfuerzo para recordarlos con detalle. Con frecuencia el recuerdo cambia –tintado por todo tipo de influencias, incluidos el miedo y el estrés-, y recordamos las cosas de un modo muy diferente en distintas épocas de nuestra vida. Las experiencias más intensas quedan grabadas de forma casi indeleble, mientras que las cotidianas pronto se desvanecen.
5. Memoria Flash. Hay episodios especialmente poderosos que parecen iluminar todo el cerebro como si fuera flash. Hacen que las neuronas se activen de un modo tan intenso que incluso se recuerdan los pequeños detalles. La mayor parte de estos <recuerdos flash> son personales, de momentos emotivos, como el primer día de escuela o tu primer beso. Algunos son comunes, como cuando un equipo o una nación gana en una competición deportiva.
6. Memoria Semántica. La memoria semántica son nuestros recuerdos de trozos de información individual: hechos, opiniones y objetos. Saber que París es la capital de Francia es un recuerdo semántico. Tu viaje de día a París es un recuerdo episódico. Sin embargo, puede que recuerdes que París es la capital de los franceses debido a tu viaje a dicha ciudad. Los recuerdos episódicos y semánticos pueden estar entrelazados.
Curiosamente, en un estudio reciente de unos niños londinenses que padecían amnesia a largo plazo debido a una lesión en el hipocampo, revelaron una sorprendente diferencia. El neuropsicólogo Faraneh Vargha-Khadem descubrió que, aunque la lesión en el hipocampo los privaba de los recuerdos episódicos, su memoria semántica estaba intacta. Aunque podían leer y escribir bien y tuvieran una buena cabeza para los hechos y cifras como cualquiera de sus compañeros de clase, no podían recordar un programa de televisión que acababan de ver.
Parece ser, entonces, que el papel del hipocampo es afirmar las conexiones entre el rastro de los recuerdos que han quedado en diferentes partes del cerebro. Esta es la razón por la que vulnerabilidad del hipocampo puede ser crucial cuando nos hacemos mayores.
La Flexibilidad de la Memoria
En el almacén de memoria del cerebro ha demostrado ser mucho más flexible de lo que nadie había imaginado. John Ratey cita el ejemplo de una brillante joven violinista estadounidense llamada Martha Curtis. Martha empezó a padecer unos ataques de epilepsia tan fuertes que los médicos decidieron que tenían que extirparle una parte del cerebro. El problema era que se trataba de la que se identificaba con el talento musical. Al principio los cirujanos extirparon un poco, por temor a que Martha perdiera su don musical. Al final, tuvieron que extirparle toda la zona para frenar sus ataques. Curiosamente, aunque la cirugía fue eficaz para detener sus ataques epilépticos, no tuvo repercusión alguna en su talento musical, y siguió tocando tan bien como siempre. Resultó que, cuando aprendió a tocar el violín de pequeña, su cerebro simplemente se había reestructurado y había enviado recuerdos de su habilidad a otra región que no estuviera dañada.
La flexibilidad es sólo un ejemplo del sorprendente poder del cerebro. El próximo capítulo se adentra en cómo podemos conectar con él y utilizarlo para mejorar nuestra memoria, ¡sea cual sea nuestra edad!
“El verdadero arte de la memoria es el arte de la atención” Samuel Johnson
Para la mayoría de nosotros, uno de los grandes temores es perder la memoria al envejecer. De hecho, la pérdida de memoria se ha asociado tanto a la <vejez> que la imagen de la abuela en uno de sus <momentos brillantes> es uno de los lugares comunes más típicos de las comedias televisivas. Sin embargo, la memoria no tiene límites, sea cual sea tu edad. A muchas personas mayores les puede costar algo más recordar las cosas; no obstante, cuando vuelve al recuerdo, es tan lúcido como lo sería a cualquier edad.
¿Qué es la memoria?
La memoria es muchas cosas diferentes. Es una recopilación del día que pasaste en la playa bajo la lluvia cuando eras niño. Es tu capacidad para escribir un carta sin pensar cómo has de sostener el lápiz y hacer las letras. Es lo que te permite retener en la mente el comienzo de esta frase incluso cuando ya has llegado al final… De hecho, la memoria está presente en todo lo que aprendes o experimentas. Los recuerdos se hacen, almacenan y recuerdan en cada momento de tu vida.
Cuando recuerdas algo, el cerebro lo hace creando una nueva serie de senderos de conexiones nerviosas, denominadas <rastro de la memoria>. Cuando olvidas, es porque se rompen las conexiones por falta de uso. La memoria es una compleja tarea con múltiples capas que alcanza a todas las zonas del cerebro. Algunos recuerdos están restringidos a algunas partes concretas; pero la mayoría están en redes que interactúan, o incluso repartidas por todo el cerebro. Hasta los que terminan en un lugar concreto, suelen vincularse con muchas áreas distintas.
En un principio, los psicólogos pensaban que descubrirían que cada recuerdo tiene una localización en el cerebro. Pensaban que con las herramientas adecuadas, algún día podrían identificar el grupo de neuronas, o incluso la neurona aislada donde se almacenaba un recuerdo. Aunque hay partes del cerebro asociadas a habilidades concretas, ahora sabemos que la asociación de la zona con dichas habilidades no es rígida en modo alguno. De hecho, es bastante probable que en su mayoría los recuerdos estimulen todo el cerebro.
Es más, gran parte de los recuerdos no son rígidos. Cada vez que usas un recuerdo, cambia ligeramente. Cuando sales a cenar, por ejemplo, tu corteza frontal, la parte lógica de tu cerebro, organiza los detalles físicos del acontecimiento en un tipo de recuerdo. La amígdala, el centro de las emociones, aportará sentido emocional a estos recuerdos. Si recuerdas haberte sentido muy bien esa noche, los recuerdos quedan adscritos a esos buenos sentimientos. A la semana siguiente, descubres que tu acompañante ha salido a cenar con otra persona. Ahora, cuando intentas recordar esa cena, tiene un contexto emocional muy distinto. El recuerdo está catalogado de otro modo y lo recuerdas de modo muy distinto. Las interconexiones implicadas en el rastro de la memoria han cambiado.
¿Cómo almacena los recuerdos nuestro cerebro?
Aunque las investigaciones todavía están en una fase temprana, algunos psicólogos piensan que hasta los recuerdos más simples son almacenados en grupos o redes neuronales en muchas partes diferentes del cerebro, en vez de estar en un solo lugar. Incluso se pueden almacenar en el sistema nervioso. Cuando recuerdas algo, los elementos vuelven a reunirse en lo que el neurólogo Antonio Damasio denomina <zona de convergencia>, localizadas cerca de la red de neuronas sensoriales que registraron el evento en primer lugar.
Cada vez hay más pruebas de que el hipocampo –en el centro del cerebro y en contacto con los dos hemisferios- envía recuerdos nuevos al cerebro y los reagrupa cuando los necesita. Curiosamente, cuando dormimos es cuando parece sacar el máximo provecho de su almacén de recuerdos. Del mismo modo que un ordenador hace automáticamente copias de seguridad durante la noche, el hipocampo parece ordenar los recuerdos del día para almacenarlos cuando duermes y sueñas, lo cual puede ser la razón por la que una buena noche de sueño es esencial para aprender.
En última instancia, son las neuronas las que almacenan los recuerdos, y lo hacen activándose y conectándose con otras neuronas. Cada recuerdo es un patrón de activación concreto de neuronas, no una sola neurona. Es una red. Tal como hemos visto, cada experiencia nueva refuerza unas conexiones y debilita otras. Cuando la experiencia ha concluido, estos cambios se desvanecerían rápidamente si no fuera por un fenómeno denominado potenciación a largo plazo, o PLP, donde se refuerzan los vínculos entre grupos concretos de redes. PLP significa que cuanto más se repite una experiencia, más fuertes se vuelven estas redes, fortaleciéndose así la memoria.
La lección está clara: si esperas que tu memoria se desvanezca y que tu poder mental entre en declive a medida que te vas haciendo mayor, tus expectativas se harán realidad. Si esperas entrar en una última fase de tu vida cargado de sabiduría con un poder mental más fuerte que nunca, es más que probable que así sea.
Tipos de Memoria
1. Memoria Sensorial. La forma más breve de memoria es la sensorial. Es la que recuerda brevemente el estímulo de todos tus sentidos. En un momento dado está entrando tanta información que la memoria sensorial la retiene el tiempo justo para que el cerebro la ordene, guarde lo que es útil y deseche lo que no necesita. Esto es lo que te permite seguir viendo, oyendo y sintiendo algo momentáneamente cuando ya ha cesado. Puedes escribir tu nombre en el aire con una bengala por la noche, por ejemplo, porque si eres lo bastante rápido, podrás ver la última letra mientras tus ojos todavía tienen el recuerdo de la primera. La memoria sensorial visual se denomina <memoria icónica>.
Si alguna vez has tenido la experiencia de pensar que no has oído algo, y luego recuerdas que sí, justo cuando estás a punto de pedir que te lo repitan, es la memoria sensorial sónica o <ecoica> la que está ofreciendo el recuerdo.
2. Memoria a Corto y Largo plazo. Tu memoria puede trabajar a corto o largo plazo. La memoria a corto plazo es la que almacena cosas durante unos segundos, minutos, o como mucho horas. La que utilizas cuando miras un número de teléfono en tu agenda y lo recuerdas el tiempo suficiente para marcarlo en el teléfono. Es esencial para funcionar cada día y muchos psicólogos ahora prefieren llamarla <memoria operativa>.
La memoria a corto plazo te permite recordar el principio de una frase mientras escuchas el resto. También actúa como filtro, guardando sólo información que parece importante y cerrándose a todos los demás datos que llegan continuamente a nuestros sentidos y que de no ser así nos desbordarían.
De algún modo, la memoria operativa se parece un poco a la memoria RAM de un ordenador. Aunque sólo contiene los datos necesarios para realizar las tareas, éstos se desvanecen en cuanto arreglan bastante bien con las proteínas que ya tienen en las sinapsis. Sin embargo, para guardar recuerdos a largo plazo, las neuronas han de crear proteínas nuevas. Las investigaciones más recientes indican que la creación de estas proteínas se desencadena por una proteína llamada CREB. Esta proteína tan especial también parece estar implicada en una serie de cambios a largo plazo en el funcionamiento del cerebro, como los ajustes del reloj corporal después de un viaje intercontinental.
3. Memoria Explícita e Implícita. Cuando se ha guardado un recuerdo en la memoria a largo plazo, no es necesario que lo recuerdes conscientemente. Algunos recuerdos son <explícitos>, lo que significa que puedes acceder a ellos, ¡o al menos intentarlo! Estos incluyen conocimiento factual de nombres, lugares y fechas. Estos recuerdos dependen de un intercambio entre el hipocampo y la parte frontal del cerebro: el lóbulo temporal. Este tipo de recuerdos se forman muy rápidamente, se recuerdan enseguida o se olvidan; como si se tratase del gigantesco archivo online de una biblioteca, que puede sufrir muchas variaciones.
Sin embargo, algunos recuerdos se aposentan lentamente para convertirse en parte de la programación del cerebro. Son los recuerdos <implícitos> que ejercen su influencia sin que seas consciente de ello. Todas las habilidades y talentos que puedes aprender a lo largo de tu vida son de este tipo: caminar, hablar, comer, coger una taza, dar una patada a una pelota y muchas cosas más. Estos recuerdos de procedimientos, o <memoria de procedimiento>, como los llaman los psicólogos, requieren tiempo. Has de practicarlos una y otra vez hasta que se establecen. Cuando ya los tienes, rara vez vuelves a pensar en ellos.
4. Memoria Episódica. Los psicólogos a veces dividen las memorias conscientes y explícitas en episódicas y semánticas. Las memorias episódicas son los recuerdos multimedia. Son los recuerdos de episodios enteros de tu vida con todos sus aspectos: el día en que aprendiste a patinar, tu primer día de colegio, la salida del domingo por la noche, con imágenes, sonidos, olores, conversaciones, todo completo. Con frecuencia puedes recordar todos los aspectos del episodio como si los estuvieras viviendo. Ese tipo de recuerdos parecen tener conexiones con todo el cerebro.
La mayor parte de los recuerdos episódicos se desvanecen con el tiempo y se necesita más esfuerzo para recordarlos con detalle. Con frecuencia el recuerdo cambia –tintado por todo tipo de influencias, incluidos el miedo y el estrés-, y recordamos las cosas de un modo muy diferente en distintas épocas de nuestra vida. Las experiencias más intensas quedan grabadas de forma casi indeleble, mientras que las cotidianas pronto se desvanecen.
5. Memoria Flash. Hay episodios especialmente poderosos que parecen iluminar todo el cerebro como si fuera flash. Hacen que las neuronas se activen de un modo tan intenso que incluso se recuerdan los pequeños detalles. La mayor parte de estos <recuerdos flash> son personales, de momentos emotivos, como el primer día de escuela o tu primer beso. Algunos son comunes, como cuando un equipo o una nación gana en una competición deportiva.
6. Memoria Semántica. La memoria semántica son nuestros recuerdos de trozos de información individual: hechos, opiniones y objetos. Saber que París es la capital de Francia es un recuerdo semántico. Tu viaje de día a París es un recuerdo episódico. Sin embargo, puede que recuerdes que París es la capital de los franceses debido a tu viaje a dicha ciudad. Los recuerdos episódicos y semánticos pueden estar entrelazados.
Curiosamente, en un estudio reciente de unos niños londinenses que padecían amnesia a largo plazo debido a una lesión en el hipocampo, revelaron una sorprendente diferencia. El neuropsicólogo Faraneh Vargha-Khadem descubrió que, aunque la lesión en el hipocampo los privaba de los recuerdos episódicos, su memoria semántica estaba intacta. Aunque podían leer y escribir bien y tuvieran una buena cabeza para los hechos y cifras como cualquiera de sus compañeros de clase, no podían recordar un programa de televisión que acababan de ver.
Parece ser, entonces, que el papel del hipocampo es afirmar las conexiones entre el rastro de los recuerdos que han quedado en diferentes partes del cerebro. Esta es la razón por la que vulnerabilidad del hipocampo puede ser crucial cuando nos hacemos mayores.
La Flexibilidad de la Memoria
En el almacén de memoria del cerebro ha demostrado ser mucho más flexible de lo que nadie había imaginado. John Ratey cita el ejemplo de una brillante joven violinista estadounidense llamada Martha Curtis. Martha empezó a padecer unos ataques de epilepsia tan fuertes que los médicos decidieron que tenían que extirparle una parte del cerebro. El problema era que se trataba de la que se identificaba con el talento musical. Al principio los cirujanos extirparon un poco, por temor a que Martha perdiera su don musical. Al final, tuvieron que extirparle toda la zona para frenar sus ataques. Curiosamente, aunque la cirugía fue eficaz para detener sus ataques epilépticos, no tuvo repercusión alguna en su talento musical, y siguió tocando tan bien como siempre. Resultó que, cuando aprendió a tocar el violín de pequeña, su cerebro simplemente se había reestructurado y había enviado recuerdos de su habilidad a otra región que no estuviera dañada.
La flexibilidad es sólo un ejemplo del sorprendente poder del cerebro. El próximo capítulo se adentra en cómo podemos conectar con él y utilizarlo para mejorar nuestra memoria, ¡sea cual sea nuestra edad!