Tomado del libro Anatomía del Espíritu, Escrito por Caroline Myss
Un día Norm me llamó para que hiciera la evaluación de una mujer que sufría de depresión y de dolores en el cuello y la parte inferior de la espalda. También quería saber si la beneficiarían diversos tratamientos electromagnéticos. «De ninguna manera —contesté yo—. No tiene el poder suficiente en su organismo para que esos aparatos le resulten beneficiosos.»
Un día Norm me llamó para que hiciera la evaluación de una mujer que sufría de depresión y de dolores en el cuello y la parte inferior de la espalda. También quería saber si la beneficiarían diversos tratamientos electromagnéticos. «De ninguna manera —contesté yo—. No tiene el poder suficiente en su organismo para que esos aparatos le resulten beneficiosos.»
Esa
era la primera vez que yo hacía un comentario sobre el poder de una
persona para sanar. Norm me pidió que se lo explicara más, y sólo
entonces caí en la cuenta de lo que acababa de decir. De pronto tuve una
percepción totalmente distinta del sistema energético humano como
expresión del poder personal.
Le
expliqué que las actitudes de esa mujer habían sido la causa de que
perdiera poder en su vida. Se sentía incapaz, siempre buscaba
aprobación, y tenía un enorme miedo de estar sola. Su estima propia se
basaba solamente en su capacidad para dominar a los demás,
principalmente a sus hijos. Sus temores y su incapacidad eran como un
agujero negro, hacia el cual atraía a todas las personas, sobre todo a
sus hijos, para finalmente aplastarlos.
Continuamente
los criticaba con el fin de que continuaran dependiendo de ella, ya
que a los hijos débiles les resulta difícil abandonar el nido.
Encontraba defectos en todo lo que hacían, ya fueran cosas relacionadas
con los estudios o con los deportes, porque no podía arriesgarse a
capacitarlos con apoyo emocional. Dado que dominar a los demás le
consumía una enorme cantidad de energía y que jamás se sentía al
mando, vivía agotada. Su dolor crónico también era consecuencia de su
Incapacidad para dominar a otros. Cuando llegó a la consulta de Norm
parecía derrotada.
Esa
mujer no podía aceptar el hecho inevitable de que sus hijos se fueran
del hogar, pero afirmaba que actuaba así por el bien de ellos. Según
ella, era una madre sustentadora porque les proporcionaba una casa
limpia, alimentos sanos y ropa buena. Sin embargo, se esforzaba
sistemáticamente en minarles el desarrollo emocional, hecho que ella se
negaba a admitir.
Puesto
que los tratamientos médicos usuales no le habían servido de nada,
Norm estaba pensando en un método alternativo, que combinara
psicoterapia, estimulación craneal mediante un aparato eléctrico y
terapia de color y luz. Me di cuenta de que con esas técnicas ella
podría mejorar durante una semana o tal vez un mes, pero que no sanaría
totalmente mientras no renunciara a su lucha patológica por dominar.
Esa
tarde comprendí que para que una terapia alternativa tenga éxito es
necesario que el paciente tenga un concepto «interno» del poder, una
capacidad para generar energía interna y recursos emocionales,
como por ejemplo creer en su autosuficiencia. Esa mujer sólo tenía un
concepto «externo» del poder, el que extraía de una fuente externa, sus
hijos. Lógicamente, esa paciente podía ir a sesiones de psicoterapia,
pero mientras no afrontara la verdad acerca de sí misma, lo único que
haría sería hablar de sus quejas durante una hora a la semana. No habría
ninguna curación real. Como observa M. Scott Peck en sus libros People o fthe Líe y The Road Less Traveled, para
sanar es esencial ver y reconocer la verdad acerca de nosotros mismos,
acerca de nuestra participación en la creación de nuestros problemas y
acerca de cómo nos relacionamos con los demás.
La
evaluación de esa mujer me hizo ver con más profundidad el papel que
desempeña el poder en nuestra vida y nuestro sistema energético. Este poder está en la raíz de la experiencia humana. Nuestras actitudes y
creencias, sean positivas o negativas, son prolongaciones de la forma
en que definimos, utilizamos o no utilizamos el poder.
Nadie está libre
de problemas con el poder. Por ejemplo, es posible que tratemos de
superar sentimientos de incapacidad o impotencia, o de mantener el
dominio sobre otras personas o situaciones que creemos que nos dan
poder, o de conservar la sensación de seguridad (sinónimo de poder) en
nuestras relaciones personales. Muchas personas desarrollan una
enfermedad cuando pierden algo que para ellas representa poder, como
dinero, un trabajo o un partido de fútbol, o cuando pierden a alguien a
quien han investido de poder o de su identidad, como el cónyuge, un
amante, un progenitor o un hijo. Nuestra relación con el poder está en
el núcleo de nuestra salud.
El
poder media entre nuestros mundos interno y externo, y al hacerlo se
comunica en un lenguaje de mito y símbolos. Piense, por ejemplo, en el
símbolo más común del poder: el dinero. Cuando una persona interioriza
el dinero como símbolo de poder, su adquisición y control se convierten
en símbolo de su salud: cuando adquiere dinero, su sistema biológico
recibe el mensaje de que está entrando poder en su cuerpo. Su mente
transmite el mensaje inconsciente: “Tengo dinero, por lo tanto estoy a
salvo, estoy segura. Tengo poder y todo está bien.” Este mensaje
positivo transmitido al sistema biológico genera salud.
Ciertamente,
ganar mucho dinero no garantiza la salud, pero es innegable que la
pobreza, la impotencia y la enfermedad están ligadas. Ganar dinero con
dificultad o perderlo repentinamente puede debilitar el sistema
biológico. Recuerdo a un hombre que a mediados de los años ochenta se
hallaba en la cima del éxito. Su empresa era cada vez, más próspera y él
tenía la energía de diez personas. Trabajaba hasta muy tarde, hacía
vida social hasta altas horas de la madrugada, y a la mañana siguiente
era el primero en llegar al trabajo, siempre alerta, alegre, pendiente
de todo. En octubre de 1987 se produjo una crisis en el mercado bursátil
y su empresa fue una de las que cayeron. La salud de este hombre se
deterioró en meses. Empezó a sufrir de migrañas, después de dolor de
espalda y finalmente de un trastorno intestinal bastante grave, "Ya no
podía soportar trabajar hasta tarde ni su vida social, y se retiró de
todas las actividades que no consistieran en hacer sobrevivir su
imperio financiero.
Ese
hombre no sabía que había «calibrado» su salud para hacer dinero. Pero
cuando cayó enfermo vio de inmediato la conexión. Comprendió que para
él el dinero representaba la libertad y la capacidad para llevar el
estilo de vida con que siempre había soñado. Cuando perdió su fortuna,
perdió su poder y en cuestión de semanas también se arruinó su
biología. Ciertamente, el estrés de reactivar una empresa puede
debilitar a cualquiera. Este hombre había soportado mucho estrés cuando
su empresa estaba en la cumbre, pero aquel tipo de estrés le daba poder.
Cada
uno tenemos numerosos símbolos de poder, y cada uno de esos símbolos
tiene su equivalente biológico. El dentista que desarrolló un cáncer de
páncreas tenía un símbolo de poder: su trabajo; pero como había llegado
a despreciarlo, iba perdiendo poder día a día. La falta de poder
desencadenó una reacción biológica que acabó generando una enfermedad
terminal.
Nuestra
vida está estructurada en torno a símbolos de poder: dinero, autoridad,
títulos, belleza, seguridad. Las personas que llenan nuestra vida y las
decisiones que tomamos en cada momento son expresiones y símbolos de
nuestro poder personal.
Solemos vacilar a la hora de desafiar a una
persona a la que creemos más poderosa que nosotros, y con frecuencia
accedemos a hacer cosas porque creemos que no tenemos el poder para
negarnos. En incontables situaciones y relaciones, la dinámica que
funciona por debajo es la negociación del poder: quien lo tiene y cómo
podemos mantener nuestra participación en él.
Aprender
el lenguaje simbólico de la energía significa aprender a evaluar la
dinámica del poder en nosotros mismos y los demás. La información
energética es siempre veraz. Aunque una persona acepte verbalmente algo
en público, su energía dirá cómo se siente en realidad, y sus
verdaderos sentimientos encontrarán la manera de expresarse mediante
una declaración simbólica. Nuestros sistemas biológico y espiritual
siempre intentan expresar la verdad, y siempre encuentran la manera de
hacerlo.
Es
necesario tomar conciencia de lo que nos da poder. La curación de
cualquier enfermedad se facilita identificando nuestros símbolos de
poder y nuestra relación simbólica y física con esos símbolos, y
escuchando los mensajes que el cuerpo y las intuiciones nos envían
acerca de ellos.