Todos
tenemos distintos niveles de conciencia de abundancia y prosperidad.
Cuando estamos vibrando muy bajo, sentimos que la vida nos cae encima,
que las cuentas llegan sin poder hacer nada. La desesperación y la
desesperanza pueden ser nuestros mejores aliados en esa condición de
impotencia. En un nivel contrario, sentimos que podemos hacer algo, que
somos los creadores y que está en nuestras manos hacer que las cosas
funcionen.
Para pasar de un nivel bajo a uno más alto, es necesario poner mucha atención a lo que estamos
pensando,
sintiendo y haciendo la mayor parte del día. Cuando comenzamos a
elevarnos, es natural que nuestra vibración tenga fluctuaciones
intensas. Por un momento podemos sentirnos muy optimistas y poderosos y
en otros momentos podemos volver a esa sensación de incapacidad,
inseguridad e incertidumbre en relación a nuestras capacidades.
Pasar
de un estado de baja vibración a una de alta vibración requiere de
mucha paciencia y mucho amor por nosotros mismos. Es importante
comprender que todo lo que deseamos desarrollar y dominar tiene un
tiempo de maduración que no podemos omitir.
Tenemos
toda la capacidad para sobreponernos a cualquier condición y tenemos
también todos los medios para hacerlo, pero lo olvidamos debido a la
programación popular centrada en la escasez. Comenzar a recordar lo que
somos capaces de conseguir y materializar no resulta tan directo y
expedito como quisiéramos. Es comprensible que exista inestabilidad en
nuestra fortaleza mientras nos vamos acomodando a las nuevas
vibraciones.
Louise
Hay dice en uno de sus libros que cuando nos iniciamos en la aventura
de elevar la abundancia y prosperidad sucederán cosas contrarias que
parecerán oponerse a lo que estamos intentado conseguir. Por ejemplo,
alguien puede perder su trabajo, extraviar una cantidad de dinero o
cualquier otra eventualidad que signifique una aparente pérdida.
Seguramente esto se puede graficar con el típico ejemplo de aprender a
montar una bicicleta. La mayoría de las veces tenemos alguna caída o un
percance que luego es recordado como una buena anécdota.
Pasado
el periodo de práctica, sentirás que llegas a una estabilidad
suficiente como para reconocer que te mueves como un pez en el agua. Ya
no dices: “veré como me va”, “lo intentaré”, “espero que funcione”.
Ahora tus palabras son muy distintas y dirás algo como esto: “sé que lo
lograré”, “haré todo lo necesario para que suceda”, “haré que funcione”.
Una
vez te encuentres allí, estás a un paso de conseguirlo. En esos
momentos tu energía fluye de ti con la suficiente vitalidad como para
poner al mundo a tu disposición para colaborar a tu beneficio, porque
también será provechoso para él.
Si
antes de elevarte te rodeabas de personas con baja vibración, ellas
cambiarán o se alejaran de tu vida. No olvides que cada cual tiene su
proceso, su tiempo y su momento para avanzar. Los puedes invitar a subir
junto contigo, pero no los puedes presionar. Todos llegaremos, tarde o
temprano a decir: “haré que suceda”.
A
veces la vida te presenta situaciones difíciles de superar para ti, en
las áreas de salud, económica y/o relaciones. Sabes que estas
situaciones las creas tú, pero hasta la fecha no has podido comprender,
como es que las estas creando, no encuentras una salida y te gustaría
que alguien pudiera ayudarte a ver como salir de allí. (Patricia González).