Uno de los conceptos psicológicos más importantes de los últimos años, es el de “desesperanza aprendida”, que es un estado de pérdida de la motivación, de la esperanza de alcanzar los sueños, una renuncia a toda posibilidad de que las cosas salgan bien, se resuelvan o mejoren. ¿Cómo evitar y superar tan perjudicial emoción? Siga leyendo.
La vida humana, dependiendo de cómo se viva y de nuestra manera de
relacionarnos con el mundo, puede ser una sucesión de experiencias
hermosas, nutritivas y significativas que nos permitan alcanzar plenitud
y paz. También es posible, sin embargo, que esas experiencias resulten
frustrantes, dolorosas y desalentadoras.
Que sea de una manera o de otra depende de causas diversas que pueden
ser de tipo biológico, psicológico o cultural. Las predisposiciones
innatas de corte genético pueden degenerar en limitaciones de la
capacidad funcional fÃsica o mental; los aspectos sociales o polÃticos,
pueden hacer que nos veamos envueltos en grandes carencias de recursos
necesarios para sobrevivir o en guerras que reduzcan al mÃnimo la
calidad de vida. AquÃ, sin embargo, se hará referencia a un tercer
factor, el psicológico, como agente causal principal para la reducción
del éxito y la felicidad. En especial, se hará referencia a una
categorÃa, concepto o constructo psicológico que se dado en llamar:
“desesperanza aprendida”.
En términos generales, la desesperanza es considerada un pesar, una
enfermedad, una maldición de gran potencia limitante. El filósofo
Nietzsche, la consideraba “la enfermedad del alma moderna”. Puede
decirse que es un estado en el que se ven debilitados o extinguidos, el
amor, la confianza, el entusiasmo, la alegrÃa y la fe. Es una especie de
frustración e impotencia, en el que se suele pensar que no es posible
por ninguna vÃa lograr una meta, o remediar alguna situación que se
estima negativa. Es una manera de considerarse a la vez: atrapado,
agobiado e inerme.
Desesperanza no es ni decepción ni desesperación. La decepción es la
percepción de una expectativa defraudada, la desesperación es la pérdida
de la paciencia y de la paz, un estado ansioso, angustiante que hace al
futuro una posibilidad atemorizante. La desesperanza, por su parte, es
la percepción de una imposibilidad de logro, la idea de que no hay nada
que hacer, ni ahora, ni nunca, lo que plantea una resignación forzada y
el abandono de la ambición y del sueño. Y es justamente ese sentido
absolutista, lo que le hace aparecer como un estado perjudicial y
nefasto.
Martin Seligman, creador de una corriente psicológica conocida como
“PsicologÃa Positiva”, estudió a fondo este tema, y junto con un
destacado colaborador, Steven Maier sometieron a un grupo de perros a un
experimento en el que se les aplicaba descargas eléctricas,
impredecibles e incontrolables.
Entre sus conclusiones, reportaron que los animales se vieron
impedidos de predecir o controlar el estÃmulo doloroso, por lo cual
perdieron su motivación y lucÃan desanimados, lentos y torpes para
actuar y limitados para aprender nuevos comportamientos.
Hoy sabemos que en la polÃtica y en la guerra se usan estrategias
para generar en los disidentes, opositores y / o enemigos, estrategias
de este tipo para desmoralizarlos y evitar iniciativas resistentes a los
abusos de poder.
Una de las cualidades distintivas del condicionamiento instrumental
en humanos radica en que nosotros podemos concientizar las relaciones
que establecemos entre nuestras conductas y sus consecuencias. Más aún,
podemos verbalizarlas, planificarlas y hasta jugar imaginariamente con
relaciones de conducta-consecuencia imposibles en la realidad
(asà es que muchas personas “vuelan” extendiendo sus brazos). Esta
capacidad de pensar conscientemente las relaciones conducta-consecuencia
se inscribe en el terreno de la formación de expectativas. Esperamos
que ciertos actos lleven a determinados resultados, por ello, por
ejemplo, nos esforzamos leyendo ante un examen o madrugamos cuando
buscamos un trabajo. Aguardamos que tales comportamientos nos conduzcan a
un resultado deseado.
Ahora bien, ¿qué pasa con este proceso de
formación de expectativas cuando una persona sufre de desesperanza aprendida? Ilustremos esto con casos reales.
¿Qué sucederá con los niños que reciben castigos arbitrarios de forma
sistemática por parte de sus padres? Imaginemos por ejemplo un niño cuyo
padre o madre padece un desorden bipolar no tratado
adecuadamente y que, por consecuencia, se comporta de manera errática
respecto de los lÃmites que le impone. AsÃ, independientemente de la
conducta del chico, el padre se mostrará amable y comprensivo cuando se
encuentre en un perÃodo de estabilidad, avalando incluso comportamientos inadecuados
como juguetear con algún aparato eléctrico. No obstante, en un momento
distinto puede actuar excesivamente rÃgido y castigador, llegando hasta
la aplicación de punitivos fÃsicos sin que el niño haya realizado ninguna conducta inadecuada.
En este caso, claro está, los “premios y castigos” que el pequeño
reciba serán independientes de sus actos. A lo largo de varios años de
un tal “modus operandis”, ¿qué podrá aprender esta persona de la relación entre sus conductas y sus consecuencias? Pues, obviamente, que no se relacionan. He aquà la semilla de una depresión.
Con los años, ello conducirá a un estilo explicativo pesimista, lo cual
significa que se tenderá a interpretar y explicar los eventos
importantes como fenómenos independientes de la propia conducta.
Para superar la Desesperanza aprendida, es necesario:
- Comprender que se trata de una percepción y no de una realidad.
- Asumir que todo pasa y que cada dÃa es nuevo, y está lleno de
posibilidades y potencialidades.
- Buscar formas creativas de abordar la situación valorada como
amenaza.
- Apoyarse en personas que tengan otros recursos que usted no posea.
- Reevaluar o reconceptualizar la situación en busca de ángulos
positivos.
- Aceptar, adaptarse y esperar un mejor momento para actuar, si
considera que realmente nada puede cambiarse aquà y ahora.
- Centrarse en los recursos, dones y talentos, en vez de enfocarse en
el problema o en sus posibles consecuencias negativas.
- Buscar en su experiencia conductas que le hayan servido para
superar situaciones similares.
- Segmentar la acción. No se enrede. Defina una estrategia y dé un
paso a la vez para salir del atolladero.
Lo más importante aquÃ, es que comprenda que la gran mayorÃa de las
veces, salvo en casos extremos de catástrofes naturales o eventos
crÃticos inesperados, lo que vemos como “problema” es en realidad una
idea mental que se genera cuando evaluamos una situación en razón de
nuestras posibilidades de resolverlo. No es algo que está allá “afuera”,
y sobre lo cual no tenemos influencia alguna. Reflexione sobre esto,
tome precauciones y viva lo mejor que le sea posible.
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