Tomado del libro Desapegarse sin Anestesia escrito por Walter Riso
No
podemos desconocer que algunos deseos son francamente peligrosos
para la salud mental y física, ¿A quién no le ha pasado? A veces
aguantamos las tentaciones estoicamente y otras nos rendimos a la
mínima insinuación, quizás porque nos pegan donde más nos duele o nos
alegra. Esta vinculación funciona como un cóncavo/convexo: si la
semilla cae en terreno fértil, el apego prosperará, simplemente porque
cada organismo tiene sus vulnerabilidades.

¡Qué fácil es
engancharse adictivamente al sexo si te sobra testosterona e
imaginación! ¡Cuánta atracción genera la fama, el prestigio y la
posición social si necesitas aparentar porque te sientes poca cosa!
Algunos prueban el crack y no sienten nada, otros quedan de
inmediato sometidos de por vida. Hay gente que juega con el amor y no
se enamora, mientras que algunos caen rendidos ante la primera
insinuación. Algunos, en cuanto huelen dinero, despliegan una ambición
sin límites y se vuelcan a los negocios con la avidez de un perro de
caza, mientras que otros apenas se inmutan.
El Dalai Lama defiende la capacidad natural de desear, pero reconoce que algunos deseos son especialmente peligrosos porque poseen un atractivo intrínseco que los hace irresistibles. Las ¨inclinaciones peligrosas¨ (cada quien tiene las suyas) necesitan de un buen autoconocimiento para regularlas. La autoafirmación consciente es como sigue: ¨Reconozco que cuando se activa mi debilidad, las ganas me manejan y por eso es mejor mantenerme lejos de aquello que me daña¨. Modestia y evitación a tiempo: ¨Vade retro, Satanás¨. Por el contrario, si no hay riesgo de contraer adicciones ni lastimar a nadie, es mejor soltar el freno de emergencia y disfrutar hasta reventar. Este proceso de discernimiento es lo que en última instancia distingue a la persona sabia de la necia: desear lo que hay que desear en cantidades manejables y rechazar aquello que nos apegue.
Un pescador encontró entre sus redes una botella de cobre con un tapón de plomo. Al abrirla apareció un genio que le concedió tres deseos. El pescador le pidió en primer lugar que le convirtiera en sabio para poder hacer una elección perfecta de los otros dos deseos. Una vez cumplida esta petición, el pescador reflexionó y dio las gracias al genio diciéndole que no tenía más deseos.
En la psicología budista, la palabra ¨deseo¨ suele ser traducida como ¨sed de posesión¨, ¨apetito¨, ¨ansia¨, ¨apetencia¨ (trishna, en sánscrito). Otras interpretaciones le otorgan al vocablo trishna un sentido más relacionado con el apego: ¨deseo de aferrarse a todo aquello que en realidad nos posee¨. Una analogía utilizada en el zen asocia la mente ¨infectada¨ por la sed del deseo con un mono loco y hambriento que se desplaza en una selva repleta de estímulos condicionados: inmanejable, insaciable, incontrolable. Se atribuye a Buda la siguiente afirmación en relación al poder del deseo: [No hay fuego semejante al deseo. No hay nada que apriete tanto como el odio. No hay nudo como el engaño. No hay cadena como el apego.]
Entonces, si posees ciertas vulnerabilidades que no controlas, habrá deseos que te manejarán a su amaño, te seducirán hasta enredarte y te quemarán por dentro mientras duren. Aceptemos que el fuego no es ni bueno ni malo en sí mismo, depende de cómo se utilice. Un pirómano hará desastres: no podrá vivir sin el incendio; un bombero lo apagará. Si conoces los ¨deseos peligrosos¨ a los cuales eres susceptible, puedes evitarlos a tiempo y no meterte en la boca del lobo. En psicología lo llamamos ¨control de estímulos¨: ¨Si sé que me vas a devorar, mejor no me acerco¨.
El Dalai Lama defiende la capacidad natural de desear, pero reconoce que algunos deseos son especialmente peligrosos porque poseen un atractivo intrínseco que los hace irresistibles. Las ¨inclinaciones peligrosas¨ (cada quien tiene las suyas) necesitan de un buen autoconocimiento para regularlas. La autoafirmación consciente es como sigue: ¨Reconozco que cuando se activa mi debilidad, las ganas me manejan y por eso es mejor mantenerme lejos de aquello que me daña¨. Modestia y evitación a tiempo: ¨Vade retro, Satanás¨. Por el contrario, si no hay riesgo de contraer adicciones ni lastimar a nadie, es mejor soltar el freno de emergencia y disfrutar hasta reventar. Este proceso de discernimiento es lo que en última instancia distingue a la persona sabia de la necia: desear lo que hay que desear en cantidades manejables y rechazar aquello que nos apegue.
Un pescador encontró entre sus redes una botella de cobre con un tapón de plomo. Al abrirla apareció un genio que le concedió tres deseos. El pescador le pidió en primer lugar que le convirtiera en sabio para poder hacer una elección perfecta de los otros dos deseos. Una vez cumplida esta petición, el pescador reflexionó y dio las gracias al genio diciéndole que no tenía más deseos.
En la psicología budista, la palabra ¨deseo¨ suele ser traducida como ¨sed de posesión¨, ¨apetito¨, ¨ansia¨, ¨apetencia¨ (trishna, en sánscrito). Otras interpretaciones le otorgan al vocablo trishna un sentido más relacionado con el apego: ¨deseo de aferrarse a todo aquello que en realidad nos posee¨. Una analogía utilizada en el zen asocia la mente ¨infectada¨ por la sed del deseo con un mono loco y hambriento que se desplaza en una selva repleta de estímulos condicionados: inmanejable, insaciable, incontrolable. Se atribuye a Buda la siguiente afirmación en relación al poder del deseo: [No hay fuego semejante al deseo. No hay nada que apriete tanto como el odio. No hay nudo como el engaño. No hay cadena como el apego.]
Entonces, si posees ciertas vulnerabilidades que no controlas, habrá deseos que te manejarán a su amaño, te seducirán hasta enredarte y te quemarán por dentro mientras duren. Aceptemos que el fuego no es ni bueno ni malo en sí mismo, depende de cómo se utilice. Un pirómano hará desastres: no podrá vivir sin el incendio; un bombero lo apagará. Si conoces los ¨deseos peligrosos¨ a los cuales eres susceptible, puedes evitarlos a tiempo y no meterte en la boca del lobo. En psicología lo llamamos ¨control de estímulos¨: ¨Si sé que me vas a devorar, mejor no me acerco¨.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Queremos saber lo que piensas